23 de diciembre de 2024

PROPUESTA PARA GRAN HOMENAJE EN VIDA A: JESÚS LOZANO ASPRILLA (CHUCHO LOZANO)

Compilación y aportes de: “Periódico el Educativo”. Director: Octavio Panesso Arango: Profesor de la UTCH y Cultor colombiano. 20 de julio de 2022.
Debido a su extraordinaria “Vida y Obra”, y el gran papel que, durante toda su existencia, ha jugado este destacado Personaje, en la transformación, crecimiento y desarrollo integral del Departamento del Chocó y una buena parte de Colombia y el Mundo, proponemos a la Gobernación del Chocó, Alcaldías, Secretarías de Cultura, la Academia de Historia, la Universidad Tecnológica del Chocó, el Ministerio de Cultura, la Presidencia de la República de Colombia; otras Instituciones públicas y privadas, y a la Comunidad Chocoana, Colombiana e Internacional en general: “Hacer un transcendental Homenaje y Reconocimiento público”,  al Doctor Jesús Lozano Asprilla (Chucho Lozano), como: “EL CHOCOANO MÁS ILUSTRE PARA EL SIGLO XXI”.
Dada la importancia de esta propuesta, de manera muy respetuosa, se espera que sea bien recibida, de parte de las Autoridades, Entidades y otros eventuales Compromisarios. Muchas gracias
COPIAS: para todos y todas.

¿QUIÉN ES JESÚS A. LOZANO ASPRILLA?

Veamos algunos antecedentes, sobre su magna Vida y Obra, presentados por el connotado Profesor, Académico, Cultor e Investigador, Cesar E. Rivas Lara; uno de los Escritores más sobresalientes del Chocó y Colombia.

A Jesús A. Lozano Asprilla: es un gran chocoano, ejemplo de emprendimiento, primer rector de la Universidad Tecnológica del Chocó “Diego Luis Córdoba”.

Por Cesar E. Rivas Lara

Soy Cesar E. Rivas Lara, educador, profesor fundador de la Universidad Tecnológica del Chocó y autor de muchos libros sobre el desenvolvimiento social y cultural del Departamento. Tomo la palabra para rendir tributo de reconocimiento y gratitud a Jesús Lozano Asprilla, un gran personaje chocoano no de la política y del espectáculo sino del emprendimiento. A él, en la capitanía de un grupo de profesionales chocoanos, hermanados todos en la idea de un Chocó posible, debemos la real creación y funcionamiento de la Universidad del Chocó, indudablemente el más grande logro educativo del Departamento en materia de educación superior en el siglo XX.
Tomo también la palabra para justipreciar valores que, como Jesús A. Lozano Asprilla, sufren la opacidad de las sombras, el sabor amargo de la ingratitud, el frio de la indiferencia y el silencio del olvido. Pero ello no habrá de preocuparlo tanto y menos decepcionarlo, porque la balanza de Astrea, que obedece al dictamen justo e implacable del tiempo, dirá de una vez por todas, qué es oro y qué es escoria, para al final de la jornada también decir quién mereció el olvido y quién la gloria.
Los edificadores de patria como Jesús A. Lozano Asprilla o Chucho Lozano, como también lo hemos llamado con cariño, supieron romper con voluntad y ahínco, ataduras y esquemas convencionales, y cargados de motivos dieron el salto grande que sólo saben dar los optimistas, los fuertes y los perseverantes que no se arredran ante los obstáculos ni le temen al fracaso, porque se hicieron hombres resistentes y valientes para emprender los retos y desafíos de la naturaleza y de la vida y robustecerse en las dificultades.
Conocí personalmente a Chucho Lozano en el año de 1971 mientras yo laboraba como profesor de idiomas en el Colegio Carrasquilla, Alma Mater de la cultura chocoana. Allí en sus aulas, oí mencionar su nombre por primera vez. Mis compañeros de docencia se referían a él como el líder de un proyecto educativo grande que le daría vida a la Ley 38 de noviembre 18 de 1968, Ley inactiva, emanada del Congreso de la República, que cr el Instituto Politécnico Universitario “Diego Luis Córdoba”, cuando precisamente al morir el Doctor Córdoba, quiso el congreso rendir homenaje póstumo de reconocimiento a este ilustre chocoano, interpretando el anhelo que siempre tuvo de fundar una universidad en el Chocó
La supradicha ley, es decir, la Ley 38 de 1968, había quedado inactiva, como ya se dijo; era letra muerta en el papel. Unos creían en la efectividad del proyecto liderado por Chucho Lozano; otros dudaban, y otros más–para quienes el proyecto era un adefesio adornado con retórica, o un sueño febril o una osadía–lo sentenciaban con anticipación al fracaso. Después, yo habría de saber que Chucho Lozano y su amigo, el abogado Luis Augusto Córdoba Mena, ya fallecido, coordinaban un grupo de profesionales chocoanos llamados a regresar a su tierra para repensarla, elaborar un programa estratégico y comprometerse con él para procurarle rutas de progreso al Chocó y vías de bienandanza. Al proyecto se le había dado el nombre de “Festival del Retorno”. Había tenido su cumbre el 20 de diciembre de 1970 en las aulas del Colegio Carrasquilla de Quibdó.
El programa estratégico al que me he referido o he nombrado, aludía a una agenda de trabajo que contenía estos puntos:
-Energía eléctrica no sólo para el consumo diario sino también para la industrialización que tanto hemos necesitado.
-Vías y carretera de penetración y comunicación entre municipios de la región, los departamentos vecinos y nuestras dos costas
-Vinculación de chocoanos a altos cargos del gobierno
-Vinculación e integración con el Chocó de organismos nacionales e internacionales e instituciones descentralizadas de alto nivel, que conjuntamente con los chocoanos, es decir, con nosotros, diseñaran y ejecutaran un plan de desarrollo integral-armónico, sustentable y sostenible.
El quinto punto, el punto clave, el punto medular era la creación y funcionamiento de la universidad del Chocó. Había otro punto que consistía en la creación de una empresa nacional de economía mixta, que explotara en forma racional, para los chocoanos y el resto de colombianos, nuestros yacimientos de oro y de platino
La agenda de trabajo centró su objetivo en el punto quinto, o sea en la creación y puesta en marcha de la Universidad del Chocó. En adelante, para darle vía expedita al proyecto educativo, Chucho Lozano convocó y seleccionó a un puñado de docentes experimentados, identificados con él, bien convencidos de que el proyecto fructificaría en un futuro próximo con el concurso de sus mejores hombres.
Yo fui uno de los seleccionados por Chucho Lozano y su equipo directivo. Fui nombrado profesor de tiempo completo y director de la Unidad Académica de Idiomas. Así entré a formar parte de la naciente universidad del Chocó y, como integrante de ella, asistí al acto inaugural que se llevó a cabo en el auditorio del Colegio Carrasquilla. Me acuerdo de ese glorioso día:  6 de marzo de 1972. Las clases iniciaron al día siguiente, es decir, el 7 de marzo. Así se partía, entonces, la historia del Chocó en dos: una de marchitas ilusiones y frustrados anhelos colectivos y otra de realizaciones y esperanzas. Confieso que desde el día inaugural sentí y sentimos la sensación de respirar un aire nuevo; un aire fresco que nos llegaba a los pulmones. Indudablemente se trataba de la conversión de un sueño en realidad.
Quien tenga la paciencia de leer y repasar la “Reseña Histórica de la Universidad del Chocó” cuya autoría pertenece a quien estas palabras pronuncian, encontrará en ella la verdadera historia de esa institución, contada por quien la vivió desde sus inicios y durante 40 años ininterrumpidos la sirvió con entusiasmo y amor patrio. Ella da cuenta de sus socios, profesores y alumnos fundadores; de los primeros programas académicos y sus primeros directores, de su primer rector, es decir, de Jesús A. Lozano Asprilla o Chucho Lozano; de los duros comienzos hasta verla posicionada como universidad tecnológica, según la Ley 7a  del 10 de enero de 1975; cómo ha crecido, cuáles son sus nuevas ofertas y cómo ha llegado a ser la universidad que es hoy día: una universidad que nació para el cambio, una universidad llamada a cumplir en nuestra sociedad una función dignificante como institución social y académica. Su compromiso es grande y se encamina a contribuir en la transformación, el desarrollo y el progreso que necesitamos para el mejoramiento de nuestra calidad de vida, también para el futuro de nuestros hijos, para el futuro de nuestra generación.
A la Universidad hay que quererla, valorarla, preservarla y defenderla como patrimonio de todos, pues lo que se consigue con trabajo y sudor no se debe destruir; hay que cuidarlo y amarlo con las fuerzas de la conciencia y del corazón. La Universidad del Chocó es nuestra conciencia social.
Pero también quiero decir algo más y es sobre Chucho: nadie puede trazar un bosquejo, por elemental que sea, de la historia de la Universidad del Chocó, sin mencionar siquiera el nombre de Jesús A. Lozano Asprilla, porque el suyo está íntimamente ligado a ella, a sus entrañas. Seríamos muy insensatos omitir su nombre. El suyo significa amor por el Chocó, voluntad, entusiasmo, energía, emprendimiento y servicio incondicional a la tierra. ‘Querer es poder’, ha sido siempre su lema. De esta afirmación se desprende-como lo ejemplarizan grandes textos de autosuperación humana, que es remunerador para el espíritu acometer grandes empresas y someterlas voluntariamente a grandes pruebas y grandes sacrificios.
El triunfo es producto del esfuerzo y de la constancia; por ello se pueden explicar fácilmente fenómenos que parecen extraordinarios a nuestra vista. Es de admirar, por ejemplo, los conocimientos de un humanista como Menéndez Pelayo; la voluntad inquebrantable de hombres como Colón, Napoleón y Bolívar; la fuerza intelectual de Sócrates, Platón y Aristóteles; la constancia y disciplina de Einstein y Copérnico; la dedicación de Beethoven y Wagner; el ingenio de Miguel Ángel; la creatividad asombrosa de Cervantes y Shakespeare; la visión futura de Julio Verne y la resistencia mental de los mártires del cristianismo. Esto para citar unos pocos casos que nos trae la historia.
Las cualidades humanas de Chucho Lozano, sus valores y su emprendimiento por dejarle al Chocó algo grande y perdurable como la Universidad y la impronta que dejó, aún inspiran emulación y ejemplos de vida. De allí seguramente—no me aventuro a decir, deriva la emoción de simpatía ardiente que despertó a su alrededor por su entrega, su dedicación, por su amor y su identidad terrígena, una identidad a toda prueba.
A Los jóvenes de ahora les toca seguir el ejemplo edificante de nuestros mejores hombres y asistir a un nuevo desafío del tiempo y de la historia, haciendo de sus capacidades una sola fuerza de progreso, cuya resultante sea un Chocó más floreciente, un Chocó más promisorio, un Chocó más grande.
Tenemos que comprometernos con la vida, para que ésta tenga verdadero valor. Ver los hechos de lejos y esconderse a los sucesos, no tiene sentido; ningún sentido; es vegetar ignominiosamente. Ser actor en la vida es a lo menos a que puede aspirar un ser viviente. Hay que actuar para ser verdaderamente hombre, un hombre emprendedor.
Ya para terminar, quiero dirigirme a Chucho directamente: déjeme decirle Chucho, Chucho Lozano:  usted ha sabido poblar su vida de satisfacciones y de emociones perdurables, así que cuando caiga la tarde y llegue la noche, y usted haga el balance de su vida, de su emprendimiento, tendrá también la satisfacción de no haber vegetado sino de haber vivido intensamente la vida. Recuerde que nada vale la vida por sí misma sino por la emoción y la satisfacción que caben en ella.
Chucho Lozano está residenciado en Bogotá y sigue siendo un hombre de acción y ejecutorias. También Chucho sigue pensando en el Chocó posible y procurando servirlo de la mejor manera. Este es, pues, Chucho Lozano, un hombre de ejecutorias, digno de imitar.
NOTA: A PARTIR DE HOY, ESTAMOS PENDIENTES DE OBTENER RESPUESTAS POSITIVAS, EN TORNO A ESTA SIGNIFICATIVA PROPUESTA, PORQUE: 

“Si mejoramos la Educación, transformamos el Mundo”

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